El número 7, considerado sagrado por diversas culturas antiguas, ha dejado su huella en la Ciudad del Cusco, una joya histórica que alberga siete calles con nombres que inician con este místico dígito. Este numeral no solo ha cautivado a los pitagóricos, quienes vinculan su vibración con la regencia celestial, sino que también se entrelaza con la rica cosmovisión inca, asociándose con el arco iris y reflejándose en los colores de la bandera cusqueña.
En el corazón de la ciudad, estas calles despiertan la curiosidad de los visitantes, algunos creyendo que su influencia cabalística llegó con la colonia, mientras que estudios sugieren que su presencia se remonta incluso a la época preincaica. Los antiguos peruanos y muchas culturas mundiales estaban convencidos de que los astros modelaban la vida y conducta humana. Según el libro "Rutas Turísticas del Cusco" de Armando Valenzuela Lovón, el número 7 es metafísico e inexplicable en la cultura andina, al igual que en otras culturas prominentes.
Este apacible pasaje, entre Almudena y la parroquia de Santiago, lleva el nombre de Don Mascareñas, un español con seis hijos que participaban en la fundición de piezas de bronce para las puertas de iglesias. Aunque el tiempo ha desgastado la calle, aún resguarda la esencia de su historia.
Continuación de la calle Ruinas, esta calle hace referencia a una residencia detrás del Templo San Agustín, que antes de su destrucción poseía cuatro ventanas grandes y tres pequeñas. Aunque las edificaciones actuales no replican exactamente el número de ventanas, la calle conserva su denominación.
Su nombre proviene de siete largueros de piedra que formaban cuartones alineados en el antiguo cauce del río Saphy. Actualmente, solo se aprecia uno de los siete largueros, ubicado sobre la Calle Saphy, ya que los demás se perdieron con el desarrollo de la nueva ciudad.
Esta calle, antiguo escenario de enamoramientos, se dice que tentaba a los enamorados con el diablo, y muchas mujeres regresaban embarazadas, creando leyendas que dieron origen a su nombre. Sin embargo, la afluencia turística ha restado su encanto romántico.
Situada a la derecha de la calle Carmen Alto, esta calle alberga figuras de 7 angelitos pintadas en el tejado de una casona antigua por la orden Blas de Bobadilla, su antiguo propietario. Además de los angelitos, otras figuras captarán su atención.
Una de las calles más hermosas del Cusco, ubicada en la Plazoleta Nazarenas, lleva su nombre desde la época incaica debido a las culebras talladas en alto relieve en los muros incas. Observar detenidamente estas serpientes es un deleite paciente.
Originalmente asociada al ganado y bestias de carga que transitaban por esta empinada calle, hoy en día es conocida como Calle Palacios tras su remodelación para mejorar el tránsito. Aún ocasionalmente, personas con trajes típicos pasean llamas y pequeños borreguitos, añadiendo un toque pintoresco.
Estas siete calles, cargadas de historia y simbolismo, revelan la conexión profunda entre la Ciudad del Cusco y el enigmático número 7, un vínculo que trasciende épocas y continúa maravillando a quienes exploran sus encantadoras callejuelas.
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